ALFONSO PELÁEZ CANAL | Médico, droguero y autor de "Escogiendo lentejas"
"De Jovellanos y de Pelayo ya cansé, prefiero un oricio en la bandera de Gijón"
"Ésta es una ciudad idílica: a pesar de las barbaridades que se han hecho con la playa y las comunicaciones, lo tiene todo"
Pablo TUÑÓN - Y al séptimo día, escribió. Alfonso Peláez (Gijón, 1954) descansa los domingos enfrentándose a una cuartilla en blanco con un puro en la boca. Pero no uno cualquiera. Para su sagrado hábito no se cohibe. "Yo Cohibas nada, Montecristo del 4", aclara con sorna. Gijonés de pura cepa, no le falta un punto socarrón. Precisamente sobre su Gijón del alma versan los pequeños textos -muchos de ellos publicados en estas páginas- que forman "Escogiendo lentejas", la última obra de este médico, dueño de la mítica Droguería Asturiana. Mañana presentará su libro a las 20 horas en el Antiguo Instituto.
-"Escogiendo lentejas". ¿Por qué se quedó con esa imagen para encabezar el libro?
-Porque la radio era casi el único electrodoméstico que había en casa. Eso, la batidora, el molinillo de café y poco más. Entonces era la estancia donde estábamos, la única donde hacía calor en el invierno, que era tan frío. Y ahí estaba una radio que no era portátil, pero tenía que estar ahí.
-Sí, ¿pero por qué esa acción de escoger lentejas?
-Porque ahí, en la cocina, donde se hacía la vida, entre otras cosas se escogían lentejas, que venían llenas de piedras, no como las de ahora.
-¿Las lentejas siempre con chorizo?
-Bueno, las lentejas ya venían con tropiezos (risas).
-¿Qué pretende transmitir a través de sus textos?
-Lo de siempre. El Gijón que yo viví, en el que vivimos y cómo me gustaría a mí el del futuro.
-Y resulta que le gustaría cambiar a Pelayo por un oricio en la bandera del concejo.
-Sí, es que yo de Pelayo y de Jovellanos ya cansé. Y el oricio, sin embargo, es una cosa muy nuestra.
-Como buen gijonés, será "grandón". ¿Por qué escribe entonces textos tan pequeños?
-Bueno, en Gijón también tenemos coses pequeñines: pedimos un pitín, tenemos el molinín, "ponme un cafetín"... Las princesitas también son pequeñas. Para carbayones ya está el carbayón, que es un pastelón grande. Nosotros somos exquisitos y pequeños. Ahora, ¿somos grandes? Pues también.
-Escribe sus piezas en cuartillas y con una máquina de escribir clásica. ¿Si manejase el cincel le gustaría grabarlas sobre piedra?
-Hombre, pues si tuviese habilidad, sí, porque soy de la época antidiluviana.
-¿Tiene alergia al teclado del ordenador?
-Total, alergia total. Mi admirado García Márquez era igual. Es decir, donde estén un boli y un papel, que se quite lo demás.
-¿Pero es usted muy maniático a la hora de escribir, con un ritual para hacerlo?
-No, me vale una servilleta de un bar y un bolígrafo que me deje un camarero. O me vale en casa un "bic" y cualquier folio.
-¿Es Gijón una fuente inagotable de temas para escribir?
-Es que Gijón es maravilloso. Es una ciudad idílica, y mira que la jodimos. Pero es una ciudad que, a pesar de las barbaridades hechas con la playa y con las comunicaciones, lo tiene todo. Gijón es senderismo en vena, Gijón son amaneceres y atardeceres. No sé cómo expresarlo bien...
-¿Y el chigre es un buen sitio para buscar inspiración?
-Somos del norte. Ya los bermeanos que venían al Muelle o los de Lequeitio lo veían. Los asturianos somos gente de alternar mucho. Y en Gijón, Mieres o Langreo, sobremanera. Somos gente de barra, de compartir.
-¿Para cuándo un libro sobre fútbol?
-Levantaría muchas ampollas porque, por ejemplo, a mí no me gustaba Joaquín y resulta que al noventa por ciento de la gente le gusta. Yo nunca iría al fútbol a ver a Joaquín, aunque me cae muy bien. Pero, claro, a ver un obrero no voy. De hecho, en el libro pongo una foto y no está Joaquín, pero están Quini, Ferrero, Valdés, Uría, Ciriaco, Maceda...
-¿No será porque Joaquín es de Oviedo?
-En absoluto. Es un gran chaval. Tengo la suerte de que me lo presentaron y me cae muy bien y me parece ejemplar. Pero no iría a verle al fútbol como no iría a ver a Casemiro o a Danilo.
-Es buen momento para escribir un libro de fútbol. Suena sintonía de Champions en El Molinón.
-Vamos a ver (risas). Estamos bien enfocados. Hay que hacer cuarenta puntos y nos quedan 33. Estamos bien enfocados, pero ahora toca sufrir. Ahora bien, vi al Leganés y vi al Alavés y sí, son peores que nosotros.
-¿Qué apellido comercial le pondría a El Molinón?
-Para mí no está mal que lo hagan. Total, vamos a llamarlo Molinón igual. Yo lo pondría sin ningún problema. Franco exigió que se llamara Real Gijón y hasta cambió el escudo, pero seguíamos llamándolo Sporting. Y, ahora, aunque pongan El Molinón McDonald`s seguiremos llamándolo El Molinón. Lo dirán cuatro locutores chiflados, pero para nosotros sería El Molinón. Con lo cual, soltarían la pasta y todo seguiría igual. Pero la pasta para el Ayuntamiento, que es propiedad municipal.
-Usted es droguero. ¿Sabe que ese término en México se usa para catalogar a un moroso o mal pagador?
-Los mexicanos son muy suyos, tienen terminologías muy peculiares. No lo sabía, pero no creo en absoluto que sea mal pagador. Es más, creo que soy espléndido, pero eso tienen que decirlo otros.
-¿Bocartes o cachopo?
-(Risas) Por supuesto que bocartes, o pixín alangostado, mejillones y, como no, oricios. Todo ello antes que el cachopo.
-Está terminando la entrevista y no me ha dicho todavía eso de "he venido a hablar de mi libro".
-No, yo no soy Paco Umbral. Lo mío es como siempre, es marca de la casa y ya me conocen los que, por fortuna, compran y agotan los libros. Saben de qué voy.
-¿Es el último o amenaza con más libros?
-Creo que ya está bien. Aparte, me cuesta mucho. Soy mayor, no me queda mucho.
-Tampoco sea tremendista.
-No, no, es verdad. Ya he agotado tres cuartas partes.
-¿Entonces sexto y último libro?
-Sexto y último, sí. No hay quinto malo, pero yo he llegado hasta el sexto.
-Usted es taurino, así que como si fuese una corrida: seis libros, seis de Alfonso Peláez.
-Eso es.