ENRIQUE FIGAREDO | Prefecto apostólico de Battambang
"Aquí se reflejan mi vida como jesuita y la dignidad de los camboyanos"
"Me satisface que se dé a conocer el espíritu de inclusión de nuestra obra y se creen lazos de unión entre unos y otros"
I. PELÁEZ- Enrique Figaredo Alvargonzález SJ (Gijón, 1959) es el Prefecto Apostólico de Battambang tras años ayudando los mutilados por la guerra en Camboya. El jesuita atiende desde Camboya a LA NUEVA ESPAÑA para comentar el contenido del libro que repasa su vida y obra en el país asiático.
-¿Se ve reflejado en el libro?
-Sí me veo reflejado en muchos aspectos pero resaltaría dos. Veo reflejado el itinerario de mi vida como jesuita y misionero en la inspiración de la Compañía de Jesús, el Servicio Jesuita a Refugiados y lo que ello conlleva. Y veo reflejada estupendamente la vida, la esperanza y la dignidad de los camboyanos. José María es fantástico y ha sabido capturar con mucho tacto nuestras vidas en Battambang, el centro Arrupe, la parroquia de Tahen y todos los lugares que conoció. El mensaje que nos guía es uno de entrega, de compromiso, de oportunidad y de independencia y creo que el libro lo refleja de una manera preciosa.
- ¿Le satisface que se dé a conocer su obra?
-Yo lo pondría más en plural: "nuestra obra", porque aunque mi itinerario personal es el hilo conductor, creo que en este libro se comparte una obra común de muchas personas que compartimos misión y obra. Y tengo que decir que me satisface que se conozca esta belleza, la alegría y el potencial de los camboyanos y que se dé a conocer el espíritu de inclusión y amor que intentamos construir. Que la gente vea y conozca las cosas que ocurren en este lado del mundo, y que se creen lazos de unión entre unos y otros. Todos tenemos que comprender que es deber de todos y cada uno construir un mundo más justo . Y como José María recalca, que no tenemos que ser perfectos, que desde la debilidad humana, la entrega con espíritu de superación nuestra acción conjunta en equipo hace que la vida sea diferente, que la vida se transforma en positivo.
-¿Qué proyectos tiene en marcha allí?
-Sin abandonar nuestro enfoque en los más vulnerables, los pobres, los discapacitados, y los excluidos, ahora mismo estamos dedicando muchos esfuerzos a los proyectos de educación, especialmente en las zonas rurales donde las escuelas, los centros sociales, los colegios son deficientes, los profesores no tienen formación básica de pedagogía y, en general, los niños reciben pésima formación. Actualmente, estamos trabajando con cerca de 20 comunidades para ayudarles a mejorar la calidad de sus escuelas y poder generar más oportunidades para unos niños que, si no, quedan condenados a una vida de subsistencia en el campo, a la emigración o a la exclusión social. También en los últimos tiempos estamos prestando especial atención a las personas con "diversidad funcional", uno de los colectivos más olvidados de Camboya.
JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ OLAIZOLA | Autor del libro "El corazón del árbol solitario"
"Kike Figaredo es ese árbol solitario que extiende sus ramas para acoger a gente"
"Este libro no es una historia de amor, son muchas: a una tierra, a un país, a las personas más vulnerables y a una manera de estar en el mundo"
I. PELÁEZ - José María Rodríguez Olaizola SJ (Oviedo, 1970) presenta mañana en Oviedo, en el auditorio Príncipe Felipe a las 20 horas, el libro "El corazón del árbol solitario" que repasa la vida, estancia y obra del gijonés Kike Figaredo en Camboya. A Rodríguez Olaizola le avalan horas de íntima e intensa conversación acompañando y escuchando al "obispo de las sillas de ruedas".
-¿Su libro es una historia de amor?
-Son muchas historias de amor. Son historias de amor a una tierra, amor a un país, amor a la gente más vulnerable con la que se va a ir encontrando a lo largo de toda su vida. Y amor a una manera de estar en el mundo.
-¿Dónde empieza?
-En Salamanca, cuando Kike Figaredo le empieza a dar vueltas a cómo le gustaría que fuera su vida en la Compañía de Jesús. Llega a sus oídos la llamada del padre Arrupe a trabajar con refugiados y él siente que debe ser parte de ese compromiso. A principios de los 80 se lanza a responder a esa llamada y sus superiores le proponen ir a la frontera de Tailandia, en los campos de refugiados camboyanos. Ahí empieza esa historia de amor profundo.
-¿Por qué leer este libro?
-Todas las vidas pasan por la capacidad de luchar y dar un paso más allá de la debilidad. El libro recoge muchas historias de superación de gente heroica y admirable pero, al fin y al cabo, son las encrucijadas que todos tenemos que enfrentar por encontrar un lugar en el mundo. Son historias duras pero que tienen relación con la vida de cualquiera de nosotros aquí.
- El escenario que Figaredo se encontró en Camboya era para echar a correr...
-Fue el primer jesuita que entró en Camboya. En 1987, cuando llevaba un tiempo en la frontera, pide entrar al país porque la realidad que se vive dentro de Camboya es mucho peor que en los campos. El régimen de los Jemeres Rojos había terminado hace una década pero aun había presencia vietnamita. Al entrar se encuentra devastación, pobreza, cada familia tenía su propia tragedia, la gente había pasado por un infierno... Cuando lo oyes es estremecedor.
-¿En toda historia de amor debe haber guerra?
-En toda historia humana en que pones el corazón en juego, y apuestas por la vida, por las personas, tienes que estar dispuesto a sufrir. En la vida no es que haya que buscar el sufrimiento, al contrario, se intenta que nos vaya bien, a nosotros y a los nuestros, y que el mundo sea un lugar amable pero es verdad que parte de la vida es la fragilidad, la limitación, el cansancio, los golpes y en ciertos contextos la muerte. El sufrimiento es parte de la vida. Y del amor.
-¿Por qué árbol solitario?
-Es real, existe, está en la carretera entre Siem Reap y Battambang y es testigo de sus viajes. Cuando en los años 90 dedica buena parte de su vida a viajar por el país se encuentra con este árbol, parado en medio de un enorme arrozal, solo, y le dejó fascinado. Se siente identificado porque, en parte, todos en la vida, alguna vez, somos un árbol solitario que tenemos que echar raíz en la tierra pero también extender las ramas, los brazos, para acoger a cuanta más gente mejor.
-El baile es fundamental en esta historia a través del "Grupo Tahen".
-Es una historia muy bonita. En los campos de refugiados se encuentra con los bailes y de entre el barro y el bambú, aparecía el color en las ropas, y el gusto, la educación, la formación y lo que querían comunicar de la cultura camboyana a través del baile. Es una parte muy importante. Al convertirse en Prefecto Apostólico de Battambang pone énfasis en el baile, primero con los chavales de la parroquia donde está, de pobreza enorme. Tardará un tiempo en preguntarse ¿por qué no intentar que bailen aquellos que tienen una discapacidad? Convencerles de que es posible y realizarlo me parece fascinante. Empezó en los 90 con la gente sana y, a partir de 2000, surge esta otra escuela de baile con personas mutiladas y después lo fusiona. Lo que quieren es comunicar, expresar y transmitir la pasión por una cultura, un pueblo, la vida y la capacidad de no rendirse nunca. Es impresionante.
-¿Qué retos quedan?
-Quedan muchos. El gran reto es el desarrollo, especialmente que la gente joven pueda formarse y quedarse para reconstruir el país. Al menos han pasado página de la guerra civil y conviven jemeres, con monárquicos y republicanos. Trabajan juntos porque han sufrido lo indecible.
-¿Qué opina Kike del apodo del "Obispo de las sillas de ruedas"?
-Es entrañable. Es un titulo que le puso el periodista Vicente Romero. Creo que lo agradece como un nombre cariñoso y buen reflejo de la realidad de una manera de vivir el evangelio.