(ABC)
«Suárez siempre decía que quien paró el golpe fue Don Juan Carlos»
A. MARTÍNEZ-FORNÉS / 06/04/2014
El antiguo rector de la Complutense narra el relato sincero que le hizo el expresidente
Son muy pocas las personas que han podido escuchar en confianza el relato del 23-F contado por el propio Adolfo Suárez. Una de ellas es Rafael Puyol, quien tuvo el privilegio de escucharlo en dos ocasiones: la primera, en una cena en casa de Suárez; la segunda, en otra cena en el Rectorado y con una docena de testigos.
Puyol era el rector de la Universidad Complutense cuando el expresidente del Gobierno fue investido Doctor Honoris Causa. Ese fue el primer reconocimiento público que recibía Suárez tras años de críticas, silencio y olvido. Por ello, tras oír la laudatio de Puyol, en la que el rector reconoció su contribución a la concordia de los españoles, le dijo: «Me habéis devuelto la vida». A partir de aquel 28 de mayo de 1996 se fue forjando una amistad sincera y desinteresada entre Suárez y Puyol. Ambos compartieron cenas, confidencias, algunas alegrías y también los palos que da la vida, como fueron las muertes de la esposa e hija del expresidente. «Hoy, Marián está bien ¿por qué no os venís a cenar a casa?», le invitaba Suárez y se quedaban hablando hasta las cuatro o cinco de la madrugada. «Fumaba mucho, bebía poco y, sobre todo, hablaba», relata Puyol.
En ese contexto, el de dos amigos que se tratan con sinceridad, es en el que Suárez relató el 23-F a Puyol: «Nunca, nunca, nunca le oí decir que el Rey participara en el golpe y jamás pronunció una palabra a través de la cual se pudiera deducir la más mínima implicación del Rey en los acontecimientos del 23-F».
Por el contrario, cuando destacaban la valentía de Suárez en el Congreso de los Diputados, ya fuera en el escaño o en la sala a la que le llevaron, su respuesta fue la siguiente: «Yo siempre traté de mantener lo más alta posible la dignidad del presidente del Gobierno, pero quien hizo todo, quien paró el golpe, fue el Rey».
Cuenta Puyol que Suárez «tenía perfectamente catalogados a sus enemigos», pero entre ellos no estaba el Rey, «todo lo contrario». «Los que más me duelen –se lamentaba Suárez en esas cenas– son los que fueron mis colaboradores y luego me abandonaron».
También incluía, entre los enemigos, a algunos militares de alta graduación que no le reconocieron como presidente del Gobierno y le acusaban de haberles traicionado. Y a algunos de los sectores más conservadores de la Iglesia y de la sociedad civil. «Él era muy religioso y, cuando ya dejó el poder, le ocurrió que, al acudir a misa en la parroquia próxima a su casa, algunas personas le negaron la paz».