Noticias / Miguel Mingotes (p.1975) y el mar en la prensa
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Esta Noticia fue editada el: 18-07-2018

Miguel Mingotes (p.1975) y el mar en la prensa max-width=

(El Comercio)

«Yo solo soy nadador de cercanías»

Vive frente a la playa, un lugar «donde el pensamiento corre suelto como un perrín», y es de los que se baña «hasta noviembre»

P. A. MARÍN ESTRADA GIJÓN - El bucanero ciego de “La Isla del Tesoro” soñaba en su retiro -nos lo contó Borges- con el botín que tenía enterrado en «remotas playas de oro». El sueño y el botín de Miguel Mingotes (Gijón, 1958) están mucho más cerca. Solo con asomarse a la ventana de su casa los tiene al alcance de la vista y con cruzar los escasos metros que separan su portal de la escalera 2 puede dejar que sus pies desnudos disfruten del privilegio. «Me acuerdo de Onassis, aquel millonario que presumía de su isla de Skorpios. Yo siendo probe, tengo la suerte de disfrutar de esta otra todos los días», asegura el poeta visual y colaborador del diario EL COMERCIO.

Salir de casa, cruzar la calle y encontrarse al Cantábrico “chiscando” en la barandilla de la rampa por la que Mingotes baja a su Skorpios casi a diario es una de las razones que alimentan la felicidad de quien confiesa que «en la playa el pensamiento corre suelto como un perrín y juega, te coge una piedra, la suelta, marcha a lo lejos, vuelve...». O se da un chapuzón, como le gusta hacer a este buscador de maravillas en lo cotidiano, no solo durante la temporada oficial de baños: «Bueno, la mía suele terminar hacia noviembre, cuando el agua te empieza a quitar les ganes de lo fría que está», admite quien se define a sí mismo como «un nadador de cercanías. Eso ye lo que soy. Doy cuatro brazaes y poco más. ¡Ya me gustaría a mí saber nadar de verdad!».

La memoria del autor de “Coses míes” viaja a los veranos de la infancia para recordar una inmersión no deseada que estuvo a punto de chafarle uno de aquellos días de playa en los que su madre no se cansaba de advertirle -como todas las madres- de los riesgos de bañarse con la mar revuelta o sin la digestión bien cumplida. «Vine a bañame sin hace-y casu a mi madre y de pronto hundíme en un pozu. Abrí los ojos y vi el agua con les burbujes subiendo. Sacaba la cabeza y otra vez pa adentro. Así, hasta que me vieron unes chavales y me sacaron. Salvamento, de aquella, era una lancha gris de madera y dos o tres socorristas pa toda la playa. Esi día al volver pa casa acordéme bien de lo que mi madre me decía». La experiencia no le quitó el gusto de seguir disfrutando del mar de San Lorenzo, aunque le sirvió para tener respeto «a les oles, que, como decía de les vaques un tíu míu de la aldea, “nun te arrimes mucho que eses nun van a misa”», afirma divertido.

En ocasiones, la Isla del Tesoro de Mingotes trae hasta la orilla restos de su botín sumergido. Más que buscarlos, lo suyo es encontrarlos. Le ocurrió con un «trocín de loza» en el que se leían las letras “JOVEL..”. Que la palabra completa era la que él suponía lo confirmaron en la Fundación Alvargonzález al mostrarle una pieza entera con el mismo diseño. Pertenecía a la vajilla del vapor “Jovellanos” en el que viajó Isabel II. A este “nadador de cercanías” le gusta que el mar le sorprenda con estos regalos. «Jerónimo Granda dizme que ande con ojo, que cualquier día van exigime un carné pa coger coses de la playa», bromea. De momento no es así y muchas de esas perlas del azar acaban en sus “coses” para disfrute de los lectores del periódico. Es solo parte de la fortuna que a este playu, millonario en generosidad y criado en La Campona, le gusta compartir con los demás. «¿Qué me atrae del mar?». Duda. «La impresión de que al otro lado no hay nada más y que ahí estén Luanco, Londres, Massachusetts...».

 

 

Foto Angel