Noticias / «¿Qué “coño” hacéis ahí llorando y mirando esa caja de madera? Yo ya no estoy ahí»
Alfonso Peláez (p.1971), José Guerrero (p.1975), Ignacio Friera (p.1986) e Inés Meana (p.1991) despiden a Pachi Cuesta
Esta Noticia fue editada el: 26-11-2017

«¿Qué “coño” hacéis ahí llorando y mirando esa caja de madera? Yo ya no estoy ahí» max-width=

 El funeral de ayer en  por el P. Cuesta, «entrenador y jesuita», congregó a gran cantidad de ex-alumnos, compañeros y amigos que quisieron acompañar a sus familiares en el último adiós.

La misa, presidida por su sobrino, P. José María "Josechu" Peña Cuesta fue emocionante de principio a fin y tuvo momentos que quedarán en el recuerdo; el rezo del Padrenuestro con las manos cogidas fue uno de ellos, como lo fueron las intervenciones finales de José Antonio Fidalgo, José Guerrero e Inés Meana. Aquí las traemos junto con otras aparecidas en prensa en homenaje a Pachi.

Leedlas en su recuerdo y después «“dejad de llorar y volved al mundo que nos rodea a amar y servir”, como Pachi nos ha enseñado. Esa es la manera de demostrarle que le queremos y que nunca le olvidaremos.» 

 José Guerrero (p.1975):

«¿Qué “coño” hacéis ahí llorando y mirando esa caja de madera? Yo ya no estoy ahí. Ese ya no es mi cuerpo.»

Algo parecido, o con algún improperio más, sería lo que Pachi nos diría si estuviese ahora aquí en su funeral.

Y es cierto, Pachi no está en esa caja, Pachi no está muerto, Pachi ya ha resucitado.  Ayer por la tarde habrá llegado al cielo y habrá tenido la ceremonia de bienvenida con el mejor protocolo jamás conocido allí arriba porque se lo había preparado Elías. Luego “Chifu” aunque lleva poco tiempo, y Diego, que por desgracia lleva mucho más, le habrán enseñado los lugares y las estancias y desde el otro extremo habrá llegando gritando y con un enorme manojo de llaves en sus manos nuestro querido Kilo. Seguro que para esta ocasión S. Pedro le habrá cedido a Kilo hasta la llave del cielo. Luego habrás abrazado a tu padre, del que siempre te sentiste orgulloso y habrás besado a tu madre, esa “pequeña santa” como tantas veces nos dijiste. Y te habrás encontrado con Laureano, Pepe y tanta gente buena que te precedió.

Y luego habrás ido a “rendir cuentas” a nuestro Dios. Y estoy totalmente seguro que no te preguntó: ¿Pachi, has dicho muchos tacos?, que los has dicho; tampoco te preguntó: ¿Pachi, has gritado mucho?, que también lo has hecho; ni siquiera te dijo: ¿Pachi habrás bebido algún güisqui” de mas?. Estoy seguro que te preguntó: ¿Pachi has amado mucho, Pachi has servido mucho? Y tu le habrás contestado: “mira lo que he dejado allí abajo”. Porque Pachi, tu nos has querido mucho, mucho, nos has enseñado a servir mucho, mucho. Hace unas pocas semanas, el P. Sosa, el General de la Compañía, nos pedía que fuésemos coherentes porque muchas veces los hombres y las mujeres, y los jesuitas también reconocía, decimos cosas que luego no hacemos. Lo decía con razón pero ese mensaje no era para ti. Tu nunca nos dijiste que cogiésemos la escoba y limpiásemos los patios durante los torneos o fiestas colegiales. Tu simplemente cogías el escobón el primero y nosotros te seguíamos. Nunca en los campamentos nos dijiste que había que fregar, limpiar, desatascar y mil cosas más, simplemente cogías el estropajo y nosotros te seguíamos. No he conocido ningún jesuita, y conozco muchos, que hayan cumplido tan a rajatabla como tu, la máxima de S. Ignacio de que “el amor lo hay que poner más en las obras que en las palabras”

Amar y servir, así era como tu entendías la manera de ser sacerdote, la manera de ser jesuita. Porque no olvidemos que tu manera de amar y servir era el resultado de tu profunda fe, de tu profunda relación con Dios, de tu profundo ”ser” jesuita. Para muchos de nosotros siempre serás “El cura”. Podía haber muchos jesuitas en el colegio pero cuando se decía “el cura” todos sabíamos que ese cura eras tú. Cura si, es lo fundamental de Pachi. Todos los valores que nos transmitió no lo hizo por ser un gran entrenador de baloncesto, que lo fue, o un excelente organizar y director de equipos humanos, que también lo fue, los valores del esfuerzo, la entrega, la colaboración, el trabajo en equipo, la lucha constante, etc, Pachi nos los transmitió porque era cura, porque se sentía profundamente cura, por su fe en Dios, por su confianza en Dios, por su entrega total a Jesús de Nazaret.  

Para terminar dos sentimientos que quiero compartir con vosotros, por un lado gritar: “Gracias Pachi, porque hoy gracias a ti muchísimos de los que estamos aquí y muchísimos más que están por todo el mundo y no han podido venir, somos un poco mejores personas, un poco mejores cristianos, un poco más “hombres y mujeres para los demás”

Y a todos nosotros: “dejad de llorar y volved al mundo que nos rodea a amar y servir”, como Pachi nos ha enseñado. Esa es la manera de demostrarle que le queremos y que nunca le olvidaremos. Y más vale que lo hagamos porque conociéndole como le conocemos es capaz de bajar del cielo y darnos unas … si no lo hacemos.

Me olvidaba decir una última cosa: Pachi no te preocupes que tú desde el cielo y nosotros desde la tierra cuidaremos a “nuestro” Tomy.

Alfonso Peláez (p.1971):

El enrollado P. Cuesta

Nos trajo novedosos modos y maneras de hacer  

En 1964 debutó como maestrillo (suerte de meritorio en los jesuitas, antes de ordenarse) en la después exitosa promoción del 71 (los últimos chicos del Preu) el entonces llamado padre Cuesta. Por aquel tiempo en el Colegio de La Inmaculada el fútbol con Isidro del Río y el hockey sala y sobre patines, con Gabiñau Mola, junto a la gimnasia de Solinis, eran los deportes rey, muy por encima del balonmano a pesar del genial Oliva (siempre nos ganaba el Corazón de María) y del baloncesto con el sr. Bango. Fue llegar el novedoso, y tozudo, leonés y las cestas de minibasquet empezaron a brotar como hongos. Gracias al P. Cuesta el baloncesto cobró su cuota y para siempre quedó arraigado tanto en el colegio como en Gijón, en donde fue cofundador junto a Dioni Viña, en compañía de otros, del mítico Gijón Baloncesto. Sus dinámicas clases de gramática (en donde llegó a hacer un "cesta y puntos" al modo del otrora exitoso programa de Daniel Vindel en el único canal que teníamos), sus novedosas enseñanzas en latín y su apertura preconciliar a los hábitos de la época le hicieron, junto a su mítico despacho en el que se oía música y se toleraba fumar, pasar a ser el enrollado Pachi Cuesta. Tras dar, ya como cura, clases y enseñanzas a generaciones y generaciones es evidente que su estela -ya sean los campamentos de Santibáñez o en las canchas y aulas colegiales- ahí ha quedado AMGD. Que Dios te guarde y me saludas a tantos y tantos que también hicieron del colegio algo irrepetible. Descansa en paz. (La Nueva España)

 

Ignacio Friera (p.1986):

 Un hombre para los demás

Son las seis y media de la mañana, ya he bajado a pasear con Kira, nuestro cachorro de labrador, han pasado poco más de doce horas desde que te apagaste y no he sido capaz aún de ponerme a unir unas pocas letras con las que glosar tu figura, tu persona, tu vida y es que me es tan difícil asumir que ya no estás. Creo que no me cuesta ponerme a escribirlas, es simplemente que me resisto a tener que hacerlo, me resisto a aceptarlo .

 Pachi, Ángel, El Cura, simplemente Curi…tengo que parar a llorar al escribir tu nombre, tus varios “nombres”… has representado tanto para generaciones y generaciones de jóvenes, no tan jóvenes ya, que han aprendido a trabajar, a vivir, a ser personas, a tu lado, con tu ejemplo .

 No lo voy a negar, no eras persona fácil, pero atrapabas y no dejabas escapar. Ahí tienes a Tomy, el Hermano Nistal, tu escudero fiel desde que el primer golpe te alcanzó. En tu compañía he interiorizado esa instrucción que Arrupe trasladó a los Antiguos Alumnos de la Compañía de Jesús: ser hombres y mujeres para los demás y en los demás. Siempre dispuestos al servicio pero, por qué no, con alegría, diversión y, por supuesto, en comunión con otros, en equipo, para cumplir la enseñanza más grande que los jesuitas nos han inculcado: En todo amar y servir .

 Para algunos de nosotros no solo has sido un Maestro y guía, has sido y serás parte indisoluble de nuestras familias. Nos has ayudado en nuestra formación integral, nos has casado, has bautizado a nuestros hijos, les has dado su primera Comunión, con algún que otro despiste, y sobremanera nos has mantenido unidos. Unidos en torno a tu figura, pero con la voluntad de que esa unión se mantuviera incluso cuando tú nos dejaras, porque nos has enseñado que esa unión tiene que girar en torno a una forma de ver la vida y de afrontarla, en torno a un espíritu, a un sentimiento… y, Pachi, te garantizamos que así será. Qué mejor homenaje a tus enseñanzas, ahora que nos observarás desde arriba junto con Diego, Kilo, Elías, Pedro y otros que ya no están .

 Describir mis cuarenta años de relación con Pachi Cuesta es poco menos que imposible. Ese apodo por el que muchos de Vds. quizá me conozcan, es más, alguno descubrirá con estas líneas cuál es mi nombre de pila, fue acuñado por este jesuita incombustible que me inculcó mi pasión nunca oculta por el deporte de la canasta. Cuando nuestro seleccionador nacional resaltó, tras obtener el Campeonato del Mundo, la importancia del BA-LON-CES-TO, a mí ya me sonaba manido por habérselo oído hasta la saciedad al Cura. Las páginas del diario que tienen entre sus manos se quedarían enormemente cortas para narrar las innumerables horas de esfuerzo, compromiso, trabajo, aprendizaje, pasión y, sin duda, diversión que hemos compartido. Cientos de anécdotas en torno a las clases, el deporte, los campamentos, las Pascuas en San Martín, los viajes con el Ike o con los minis a Bruselas, mi primera tortilla “a la paisana” con aquellos pocos años que hacen de las verduras tu mayor enemigo: “o te la comes o no vuelves más”... y vaya si me la comí, repetí!!!, las reuniones de La Pacomia, las múltiples ceremonias y celebraciones, alguna que otra salida nocturna, que también las hubo, pero sobre todo, la ENTREGA. Pachi se entregaba a todo y a todos, sin distinciones, sin tapujos, pero a cambio exigía lo mismo, solamente rechazaba a quien no aportaba lo que pudiera, al máximo. Unos más y otros menos, en función de tus fuerzas, capacidades o conocimientos, pero siempre al máximo. Era hombre de extremos y buscaba siempre la excelencia .

 Mi mujer, que conoció a Pachi ya con unos añinos, siempre cuenta que al iniciar nuestra relación casi le hablé antes de un cura que tenía mucha influencia en mi vida que de mi familia. Con el tiempo descubrió el porqué .

 Las cosas buenas que haya podido hacer o que haga en un futuro, tendrán mucho que ver con la educación recibida en mi familia, el ejemplo de mis padres y, sin duda, de Pachi…las malas, espero las menos, serán de cosecha propia .

 Podría seguir escribiendo hasta tener que irme a tu funeral, Pachi, pero para acabar voy a permitirme la osadía de hurtar unas palabras que la sobrina de otro gran amigo en el Baloncesto que ya no está, Emilio de Diego, pronunció en su funeral: “se pitó el final del partido” Descansa en Paz Pachi, pues tu Espíritu perdurará siempre en nuestros corazones .

 

Inés Meana (p.1991): 

Gracias Pachi

Gracias Pachi, gracias por hacernos mejores personas, buenas personas.

Gracias por enseñarnos el significado de “en todo amar y servir”, el significado de “dar para no

recibir”.

Gracias por enseñarnos lo que es el esfuerzo, el trabajo, el trabajo por y para los demás, el

compromiso.

Gracias por tus consejos, gracias por tus “no consejos”, gracias por darnos libertad, por mirar

para otro lado, por dejarnos divertirnos, por enseñarnos a marcar nuestros límites.

Gracias por creer en la juventud, por entenderla, por defenderla.

Gracias por tus enfados, por tus broncas, de las que también aprendimos.

Gracias por tu cabezonería. Gracias por tu entusiasmo hacia los nuevos proyectos. Gracias por

enseñarnos que todo se puede conseguir. Gracias por enseñarnos a perseguir nuestros sueños.

Gracias por creer en las mujeres, por recordarnos cada día que nosotras podemos, por

empoderarnos.

Gracias por enseñarnos de dónde venimos y a donde vamos.

Gracias por enseñarnos a ser solidarios, a ayudar al más necesitado.

Gracias por enseñarnos a ser agradecidos.

Gracias por ser un visionario, un adelantado a los tiempos. Gracias por cambiar el mundo y

hacer nuestro mundo aun mejor.

Gracias por saber ponerte en segundo plano, por dejar el protagonismo para los demás.

Gracias por enseñarnos a perdonar, a poner la otra mejilla. Gracias por querer a tus amigos y

tus enemigos. Gracias por enseñarnos dando tu ejemplo.

Gracias por tu apertura hacia todos. Gracias por las puertas abiertas de tu despacho. Gracias

por abrirnos las puertas de tu casa, de tu familia, de tu pueblo.

Gracias por enseñarnos a querernos, a respetarnos, a ser un grupo, a estar unidos, a siempre

estar para el otro.

Gracias por tu forma de hacer religión, tan apegada a la realidad y las necesidades de los

tiempos.

Gracias por la Pacomia, por tus reuniones, por tus eucaristías, por no dejarnos olvidar a Dios,

por recordarnos que El Señor está en todas partes y de muchas formas. Por no dejarnos

decaer en nuestra fe.

Gracias por creer en la familia, por tu entusiasmo con nuestros hijos. Por empujarnos a

educarlos en la misma línea que tu nos enseñaste.

Gracias por tu generosidad con mayúsculas. Gracias por tu entrega a los demás, gracias por

una vida de servicio. Hasta el último día.

Nos dejas huérfanos, huérfanos de tu espíritu. El que nos transmitiste.

Gracias por no llevarte contigo nada de esto y dejarnos este legado para disfrutarlo.

Gracias por nuestra hija, El “ángel del señor” como tú la llamabas, que es mas tuya que

nuestra, y en la que te veremos para siempre reflejado en sus ojos.

Contigo se hace verdad que nadie muere si permanece en los corazones de las personas, de

tantas personas…..

Cuidaremos de Tomy, tu fiel escudero.

Gracias Curi.

 

Gracias Padre Cuesta.

 

 

Foto Angel