Noticias / La prensa recuerda la figura de Juan Bautista Martínez Gemar (p.1959)
Fue arquitecto, jugador de la selección española de rugby, estudioso de la naturaleza, pintor, fotógrafo,participó en el rally de Montecarlo y creó la escudería GES.
Esta Noticia fue editada el: 19-11-2017

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(La Nueva España)

Arquitectura sobre ruedas

Juan Gemar fue corredor de rallies, fotógrafo, pintor y hasta jugador internacional de rugby antes de diseñar notables edificios de su Gijón natal

Ignacio Peláez - Murió a los 47 años, pero a Juan Bautista Martínez Gemar le dio tiempo a ser arquitecto y dedicarle ilustres edificios a su ciudad de Gijón, a tener mujer y tres hijos, a jugar como internacional en la selección española de rugby -el primer asturiano en lograrlo-, a ser un estudioso de naturaleza, a labrarse un nombre en la pintura y en la fotografía, a hacerse budista en el Tíbet, a proclamarse campeón de Asturias de rallies y a participar en dos ocasiones en el prestigioso de rally de Montecarlo e incluso a crear la escudería GES cuyas siglas jamás desveló a nadie. De ser esto una entrevista, y parafraseando al sublime Groucho Marx, cabría preguntarle a Gemar si tenía tiempo para vestirse.

Nació en febrero de 1942 en Gijón. Fue hijo del constructor y aparejador Celso Martínez Corte, en su día presidente del Real Grupo de Cultura Covadonga. Inició su etapa escolar en el colegio de la Inmaculada pues el centro de los jesuitas estaba muy próximo al domicilio familiar, en la calle Jesús. Desde joven demostró una gran inteligencia y memoria -tenía un ordenador en la cabeza, según cuentan- que puso a prueba cuando se enroló en los estudios de arquitectura, primero en Barcelona y después en Madrid. Allí, en la capital, volvió años después convertido en arquitecto. Cuentan que un día, en la Puerta del Sol acudió a un bar próximo y le pidió 1.000 pesetas a su acompañante para entregárselo al limpiabotas de la entrada. "Con esto creo que saldo la deuda", le dijo a quien durante años le había prestado dinero durante su austera etapa de estudiante.

Diseñó obras en Francia, en Aranjuez, en la Costa del Sol y especialmente en Gijón. La mejor creación, a su juicio, está situada en la avenida Torcuato Fernández-Miranda, casi en frente del Molino Viejo. No menos importantes son otras edificaciones como el inmueble que se levanta en la intersección entre las calles Donato Argüelles y Langreo, el edificio colindante a la iglesia de los Capuchinos o la reforma del restaurante Las Delicias o una de las ampliaciones del Jardín. La única condición que ponía cuando le requerían es que sobre la fachada le permitieran hacer cuanto tenía en menta. "Nunca se amoldaba al constructor", recuerdan sus allegados. Pero más que sus construcciones fue él quien tuvo grandeza después de ganar el concurso público municipal que sacó a licitación unos terrenos en el barrio del Polígono. Lo ganó Gemar pero decidió compartirlo con todos aquellos arquitectos gijoneses recién titulados.

Tuvo en su mente muchas ideas que nunca llegó a materializar. Una de ellas fue la construcción de una residencia para los futbolistas del Real_Sporting al lado del Molinón o, aprovechando uno de los planes generales de ordenación urbanística pretendía prolongar el paseo de Begoña hasta la plaza del Marqués como si de unos Campos Elíseos se tratase, arrasando con toda edificación que se interpusiese en el camino, manteniendo en pie exclusivamente la Basílica del Sagrado Corazón.

Otras de las expresiones artísticas que afloraron en su casi medio siglo de vida fueron la fotografía y la pintura. Recorrió el bosque de Muniellos en un Land-Rover durante días. Se mimetizó con el ambiente, cargado del más novedoso material de fotografía del momento, para hacer acopio de fotografías de la flora y fauna del occidente asturiano. La pintura fue también otra disciplina en la destacó y tuvo su primera exposición en solitario en 1976. Al principio, de joven, pintaba para comer y en cuanto tenía cinco cuadros se desprendía de ellos. En su etapa de estudiante, incluso, llegó a pintar hasta con pasta de dientes, según reveló el propio autor en una entrevista hace años. Su madurez personal y profesional acompañada por la estabilidad económica le permitió disfrutar sin temores de la pintura. Ahí se sucedieron las exposiciones en las que además de colgar el "no hay billetes" también lograba vender todas las obras expuestas. Como en todo era muy metódico y para una serie dedicada a la minería descendió durante uno veinte días al interior de la mina para captar la idea que luego plasmó en los lienzos.

Viajó mucho, en parte por su participación en las competiciones automovilísticas. Uno de sus destinos, al que fue en varias ocasiones, fue el Tíbet. Allí practicó el budismo y, según dejó escrito el genial Dioni Viña cuando firmó el obituario de Gemar en LA NUEVA ESPAÑA, "preparó un diccionario personal para hablar con los habitantes tibetanos".

Pero la vida de Gemar no podría entenderse sin el automovilismo. Allí se bautizó como "Crady", en honor a la gijonesa empresa "Crady Eléctrica" con cuyos responsables mantenía un gran amistad. Comenzó sus andanzas primero en kars y luego dio el salto a los rallies. Su primer "acompañante" fue un "Mini 1725" con el que debutó en un rally en Burgos. Luego, cuando adquirió un "124 Sport" se metió de lleno. Conquistó numerosas carreras, logró imponerse el campeonato de Asturias en 1974 y participó en el rally de Montecarlo en dos ocasiones, en 1972 con Roberto González de copiloto -la aventura terminó en Digne con un derrapaje y un bordillazo que le obligó a abandonar- y en 1973 con Carlos Miranda. Otro de sus más fieles copilotos fue Alberto Rebordinos. Antes del periplo internacional había fundado la Escudería GES, en 1969, en compañía de Julio Gargallo.

Gemar resumió el automovilismo en una entrevista. "El hombre ha domado leones, elefantes e incluso volcanes, pero lo que peor domina es aquello que él mismo ha creado; el coche es el animal más arisco para el hombre". Gemar llegó a la meta el 17 de enero de 1990.

Foto Angel