Noticias / Multitudinaria despedida al P. Pedro Menéndez Cifuentes (p.1956) en la Inmaculada
"Un caballero, un jesuita afable, educado, erudito, de fuerte personalidad que cultivó la amistad como su mayor tesoro."
Esta Noticia fue editada el: 11-07-2017

Multitudinaria despedida al P. Pedro Menéndez Cifuentes (p.1956) en la Inmaculada max-width=

(La Nueva España)

Cientos de discípulos de "El Chifu" lloran en el adiós de un "referente" en la Inmaculada

La parroquia de los Jesuitas se queda pequeña en el funeral por Pedro Menéndez Cifuentes, "un caballero afable y erudito"

I. Peláez - A las cinco y media de la tarde y con la misma puntualidad inglesa con la que "El Chifu" iniciaba sus clases, pero esta vez dejando entrar a los rezagados, se abrieron ayer las puertas de la parroquia de la Inmaculada de par en par para recibir su féretro en el templo donde no cabía un alfiler. Decenas de generaciones de antiguos alumnos, amigos y familiares se dieron cita para tributar una solemne despedida "a todo un caballero, educado, lector de prensa para estar al tanto del mundo que le rodeaba y con carácter" que siempre defendió sus ideas y dio buenos consejos fruto de su meditación. Representantes de todas las generaciones colegiales acudieron ayer de forma masiva a la llamada de la comunidad jesuítica gijonesa para despedir a Pedro Menéndez Cifuentes, "El Chifu" o el "jesuita playu", que dedicó a la docencia, a la amistad y a la fe toda su vida hasta los 77 años.

Entre jesuitas y diocesanos se reunieron ayer hasta 24 sacerdotes en el presbiterio. Ofició la misa el párroco José Manuel Peco, acompañado por el actual director del colegio Inmaculada Concepción, Alfredo Flórez Cienfuegos-Jovellanos, y el sacerdote Adolfo Mariño. Tras el altar, también se situaron los jesuitas José Antonio Quintana y Fernando Mesenguer, consiliario de la Asociación de Antiguos Alumnos de Oviedo y de Europa. "Fue un caballero, creyente y sacerdote jesuita que consagró su vida a la causa del evangelio", inició José Manuel Peco el recuerdo de Menéndez Cifuentes, consciente de la difícil tarea que supondría recordar a un hombre tan querido y bien tratado por tantos y tantos amigos. Peco optó entonces por los atributos en los que había siempre hubo quórum: un caballero en el sentido más noble de la palabra, un jesuita afable, educado, erudito, de fuerte personalidad que cultivó la amistad como su mayor tesoro.

La gran afluencia de antiguos alumnos, compañeros y amigos se hizo palpable en las largas colas que se produjeron en el pasillo central durante la comunión. Una vez concluyeron los cánticos del coro, se apoderó del templo un silencio sepulcral mientras los últimos asistentes recibían el cuerpo de Cristo. Un silencio como el que "El Chifu", sin gritos ni malas formas, requería en un sus clases para hablar de Descartes o Marx. Decenas de generaciones de sus alumnos y compañeros aprovecharon ese sosiego para recordar sus enseñanzas y consejos, sus discursos sobre Platón, sus esquemas de los pitagóricos, sus hojas de exámenes amarillentas, los guiños a los gustos de sus estudiantes que introducía durante las clases y, seguro que también, hasta cuando te echaba de clase por hablar a destiempo. Como bien señaló ayer el párroco de la Inmaculada, José Manuel Peco, "más que profesor, fue maestro".

El cuerpo de Cifuentes yacía ante la virgen de la Inmaculada, la misma que le recibió de niño, a su llegada al colegio, y que le dijo un hasta pronto cuando a los 17 años concluyó sus estudios en la Inmaculada y puso rumbo al noviciado en Salamanca. La misma Virgen que le recibió tras ordenarse y le ayudó en el cargo de rector entre 1975 y 1981 y como profesor de Música, Religión y Filosofía durante décadas. Cifuentes volvía una última vez ante "su madre" en el templo donde bautizó, casó y también despidió a muchos de los suyos. Ayer fue su turno, casi por sorpresa para muchos y con rabia para otros que ya añoran su sabiduría. Por "El Chifu" parecía que no pasaban los años gracias a su inalterable semblante y por ello la incredulidad ante su enfermedad y posterior fallecimiento fue mayor.

Su buen amigo, y jesuita, Hermenegildo Fuentes, posó sobre su ataúd la casulla morada y el libro de los Evangelios. Era el momento de glosar mucho en poco tiempo y no todo se puso de relieve. Su prodigiosa voz, su notable capacidad de sacar lo mejor de sus alumnos, su afición al deporte -en especial al frontón, que practicaba en las canchas colegiales al final de cada curso-, su cinefilia y su condición de "manitas" gracias al taller que tenía en su habitación y en el que intentaba reparar cada aparato averiado. Por no hablar de su envidiable capacidad para fumar, cuando lo hacía, sólo durante seis meses al año, en invierno, y estar fresco en verano para jugar al tenis. Pudo presumir de mucho pero nunca lo hizo pues Cifuentes fue "discreto, austero y sencillo".

Tras las loas clericales llegó el turno de Víctor Rodríguez, presidente de la Asociación de Antiguos Alumnos del Colegio de la Inmaculada para añadir virtudes al currículum de Cifuentes. "Lo ha sido todo, un jesuita de los pies a la cabeza, alumno distinguido, trabajador infatigable y metódico, amigo y referente", describió Víctor Rodríguez antes de sacar a todos una sonrisa al recordar que ante cualquier cosa que alguien necesitase en el colegio, la respuesta siempre era la misma: "habla con El Chifu".

El epílogo de la homilía reavivó las lágrimas en la temblorosa voz del Coro de padres que "El Chifu" creó en 1991 y dirigió, tras sustituir a Aranzazu Émbil, hasta el final. El himno del colegio fue la guinda que invitó al llanto. Un himno que él mismo recuperó en 1970, y pulió después, para convertirlo en patrimonio de todos los antiguos alumnos de los jesuitas de Gijón. Unas estrofas en honor a la Virgen de la Inmaculada que, como tantas veces le cantó, ahora le ha tendido "su mano maternal", y ya le acompaña, bajo "su tierno manto", cuidando de todos sus discípulos. Como Cifuentes hizo con sus alumnos a lo largo de toda su vida dentro y fuera de los muros de este colegio cuyos hijos están hoy un poco más huérfanos que ayer.

 

(El Comercio)

La Inmaculada despide a su maestro

«Trascenderá tiempo y espacio, más allá de Gijón y de su colegio», destacó el padre Peco en las exequias concelebradas con el nuevo abad de Covadonga El funeral del padre Cifuentes, referente educativo, congrega a alumnos y amigos

G. POMARADA gijón - La iglesia de la Inmaculada se quedó ayer pequeña para despedir al padre Cifuentes. Más de trescientas personas abarrotaron el interior del templo y otro medio centenar presenció el funeral desde el exterior, en una atmósfera de sentido pesar por la pérdida del que tanto comunidad educativa como religiosa consideraban «un amigo». No en vano, cultivó toda su vida «la amistad como uno de sus grandes tesoros», destacaba el párroco José Manuel Peco, que concelebró las exequias junto a sacerdotes de la comunidad jesuita y el recién nombrado abad de Covadonga, Adolfo Mariño.

Pedro Menéndez Cifuentes, nacido en la calle Celestino Junquera hace setenta y siete años, fue «un jesuita atípico». Ordenado sacerdote en 1968, regresó solo un año después al colegio de su infancia. «Los jesuitas estamos llamados a ir de un sitio a otro, pero él estuvo toda su vida en la misma ciudad y en la misma obra», destacó el padre Peco. La semilla de sus cuatro décadas de ministerio y docencia en el colegio floreció ayer entre las paredes del templo: familiares, religiosos, profesores y, sobre todo, estudiantes de diversas promociones rendían homenaje «a un maestro que enseñó a vivir y a pensar sacando lo mejor de sus alumnos» en sus clases de filosofía y música. Hasta el último momento dio muestras de «su fuerte personalidad», al tomar la decisión de someterse a una intervención quirúrgica «sabiendo lo que podía suceder».

"El Chifu", como le conocían sus alumnos, «trascenderá tiempo y espacio, más allá de Gijón y la Inmaculada», encomió el párroco. Ante su féretro, las voces del coro de padres que fundó y dirigió, entonaron la melodía de despedida: el himno de la Inmaculada desde sus dos primeras estrofas, recuperadas por el jesuita.

Sus restos mortales fueron sepultados a continuación en el cementerio de Ceares.

 

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Foto Angel