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Esta Noticia fue editada el: 20-12-2009

El Colegio, de gala con la celebración del Día del Antiguo Alumno max-width=

El padre Treceño se llevó el oro y Luis Pañeda, el título de alumno distinguido. El veterano jesuita del Colegio de la Inmaculada, Gumersindo Treceño Llorente, de 97 años, ex profesor de Francés y consiliario de la Asociación de Antiguos Alumnos, recibió la primera insignia de oro de la asociación por su trabajo constante en el sostenimiento de esta entidad colegial. Y Luis Pañeda Egüen -que finalizó en 1959 sus estudios en la Inmaculada- fue nombrado antiguo alumno distinguido por ser «un ejemplo de antiguo alumno volcado en aglutinar y hacer posible la vinculación de los miembros de su promoción entre sí y de éstos con el colegio».  Así se inicia la crónica periodística en La Nueva España a un día cargado de emociones y recuerdos.

A esa multitud de recuerdos se refirió también el director del Colegio, el antiguo alumno José Guerrero, tal como recoge en su edición dominical El Comercio: «Si alguien tiene la imagen de la Virgen Inmaculada de cuatro metros de altura que desapareció durante la Guerra Civil y la quiere devolver, bienvenida sea». Con sentido del humor, el director del colegio de los Jesuitas, José Guerrero, anunciaba  durante la celebración del día del antiguo alumno la intención de poner en marcha un museo que sirva para recopilar documentos y objetos de los 120 años del centro educativo.
«Este curso hemos comenzado a impartir una nueva asignatura de catalogación del archivo, con el objetivo de que entre todos podamos juntar el material necesario para abrir un museo en el colegio con el que rememorar la historia», dijo.

El padre Treceño también vivió un emotivo momento al recoger la insignia de oro concedida por nuestra Asociación: «He dedicado toda mi vida a la juventud y he vivido cinco años de destierro en países belgas. A veces el trabajo puede resultar ingrato, pero con nuestra dedicación contribuimos a hacer un mundo más humano, más cristiano y más divino». Así se expresó y así lo recogió también El Comercio

También La Voz de Asturias publicó una fotografía del acto, acompañada de un pie de foto.

DISTINCIONES

- INSIGNIA DE ORO DE LA ASOCIACIÓN: PADRE GUMERSINDO TRECEÑO, SJ

- ALUMNO DISTINGUIDO 2009: LUIS PAÑEDA EGÜEN

- AMIGOS DE LA ASOCIACIÓN (PROFESORES JUBILADOS CON MAS DE 25 AÑOS DE DOCENCIA EN EL COLEGIO):

Dª. Mª CONCEPCIÓN CARBALLO
Dª. JOSEFA RODRIGUEZ ANTÓN
Dª. Mª NIEVES RODRIGUEZ MARTINEZ
D. LUIS AMADO
Dª. EMILIA GARCIA GARCIA
D. JOSE ANTONIO FIDALGO
D. JUAN GARCIA RODRIGUEZ
D. JOSÉ L.GINER
D. JOSÉ Mª SANTORO
D. CARLOS VALDÉS MUÑIZ
D. ELVIRO MARTINEZ
Dª. FAUSTINA MARTINEZ MONTERO
Dª. FERNANDO GARCÍA BERNARDO
Dª.ARANZAZU ÉMBIL ARTOLA
D. JUSTO ALVAREZ JUNQUERA
P. CANDIDO ALONSO VERDURA
P. RAMON SUAREZ SANTISO
P. ANGEL CUESTA RAMOS
H. TOMAS NISTAL

- PROMOCIONES AGASAJADAS: 1959, 1984 y 1999

Entrevista realizada a Luis Pañeda Egüen en La Nueva España (por Juan Plaza y Javier Morán)

Antiguo alumno distinguido del Colegio de la Inmaculada
«Vivimos la época del padre Von Riedt, el más rígido rector que pasó por la Inmaculada»

«La educación era estricta y cualquier falta nos abocaba al infierno, pero hemos seguido volviendo cada año por el colegio»

Luis Pañeda Egüen acaba de ser nombrado antiguo alumno distinguido del Colegio de la Inmaculada (Jesuitas). Hombre polifacético, ha dedicado parte de sus esfuerzos a parcelas tan representativas de Gijón como el deporte de base o la música coral. Y como perito fue responsable del transporte exterior de Ensidesa durante más de 20 años. El reconocimiento otorgado por la Asociación de Antiguos Alumnos de la Inmaculada le ha llegado por la labor de aglutinante que realiza desde 1977 con sus compañeros de curso de la promoción de 1959 y por continuar vinculando a éstos con el que fue su centro educativo.

-¿Cómo reaccionó ante su designación?

-Fue una sorpresa total. Una especie de comisión de los antiguos alumnos de 1959 buscábamos una persona de nuestro curso para presentar como alumno distinguido. La teníamos ya elegida, y presenté a esa persona a la directiva de la Asociación de Antiguos Alumnos. Pero a cabo de unos días el presidente de la asociación, Antonio Pellico, me dijo que esa persona iba a ser yo. Le dije que se dejara de bromas porque los criterios con los que la asociación elegía al alumno distinguido no eran los que yo cumplía.

-¿Qué cumplía usted?

-La asociación ha querido reconocer más bien a aquellos alumnos que hayan contribuido a mantener la relación entre compañeros y de éstos con el colegio.

-¿Cómo se mantiene esa relación?

-Terminamos en 1959, pero hasta 18 años después no nos reunimos un grupo por ningún motivo. Fue en la boda de un compañero, Juan José Cueli. Ya teníamos 35 años y ahí empezamos a comentar que no podía ser que dejáramos ese hueco de años sin mantener relaciones personales o sin recordar aquella vida anterior de estudiantes. Comenzó entonces la labor de establecer contactos. Fue lento y también hubo que buscar a personas que estaban en el extranjero o en otros lugares de España. Pero conseguimos vincular a todo el grupo y nos reunimos una vez al año en el colegio. En cada visita vamos a la iglesia; allí sigue la Virgen viendo pasar promociones, una a una. Y visitamos el patio de la palmera, el jardín del colegio, un lugar entrañable y sentimental para nosotros. Y este año, en el Día del Antiguo Alumno, hemos tenido un recuerdo para nuestros compañeros fallecidos. La directiva de la asociación aceptó que los familiares pudieran recoger la medalla de estos fallecidos y vinieron las esposas de varios de ellos. Esto aumentó la emotividad del acto. Fue hermoso.

-¿Qué evocan del colegio cuando se reúnen?

-Nuestra promoción es ya de las más antiguas. Vivimos la etapa del padre Von Riedt, que fue el más rígido rector que pasó por el colegio. Nuestra formación fue muy diferente a la actual, no porque fuera mejor o peor, sino porque tuvo unas connotaciones especiales. Von Riedt era una persona implacable con los alumnos, era calculador, era todopoderoso, era disciplinario, casi militarista.

-Sin embargo, ustedes siguen volviendo por el colegio.

-Nuestra promoción posee la virtud de tener unas relaciones internas especiales. Todas las connotaciones de aquella educación tan férrea no consiguió separarnos, sino unirnos, porque vivimos todo aquello en común. Un compañero, Arturo Seijo, escribió una vez que «no somos compañeros de promoción, ni de oficina, ni miembros de un club, ni tenemos intereses comunes, ni pensamos igual, pero compartimos los mejores años de nuestra vida y sentimos sobre nuestras cabezas la amenaza de la condenación eterna». Y es verdad: en aquella época la educación religiosa era tan estricta que cualquier falta nos abocaba a los infiernos. Seijo añadía que fuimos machacados por aquel rector, pero el efecto ha sido el contrario: no nos hemos olvidado de nuestros compañeros, nuestras familias se conocen, visitamos regularmente el colegio y hemos procurado dar a nuestros hijos lo que aprendimos en aquellos tiempos. Yo estuve ocho años dentro de aquellos muros y recibimos una educación sentida.

-¿Cuántos formaban la promoción?

-Éramos algo más de cien. Estaban los que hicimos el Preuniversitario y en aquella época empezó también el nuevo Bachillerato, que duraba un año menos que en el plan anterior.

-¿Qué profesores recuerda?

-Al padre Santos, al padre Marván, al padre Vecilla, que fue prefecto. Muy carismático por su bondad era el padre Constantino, que se fue después a Guatemala. Y el padre Gutiérrez, que tenía un mote que él admitía: «El topu». Era encantador. Y estaban el hermano Vilar o el hermano López, que era muy querido y se preocupaba de aglutinarnos en el colegio. Por el verano nos llevaba de excursión por las cercanías de Gijón. Íbamos al puerto de El Musel, a pescar o a las playas de La Providencia. De todos ellos nos acordamos en nuestros encuentros.

-Además de la severidad religiosa, ¿qué caracterizaba aquella educación?

-La educación era totalmente distinta. Había un respeto por los superiores muy acusado. Respeto, no miedo, aunque quizá sí había cierto temor al citado Von Riedt. Había un respeto total a los superiores, tanto a los sacerdotes como a los que llamaban maestrillos, que eran los jesuitas que no decían misa todavía. Hoy quizá se haya perdido en la educación ese respeto a los profesores. Y era un colegio masculino, donde hablar de mujeres era algo que nos estaba vedado. Eso ha cambiado totalmente, y creo que está mejor ahora.

-¿Cómo inició su relación con el deporte?

-Practiqué atletismo en el colegio, desde los 13 o 14 años, y participábamos en campeonatos. Uno de nuestros compañeros, José Manuel Álvarez Gabeiras, internacional español, fue campeón de Europa, y nuestro equipo fue campeón de España de los Juegos Escolares Nacionales. Después pasé bastante tiempo sin practicar deporte, pero en el Grupo volví al atletismo, como veterano, y participé en varios campeonatos de España, durante unos 18 años. Fui presidente de la Asociación de Atletas Veteranos de Asturias, hoy dependiente de la Federación Asturiana de Atletismo. La asociación reunía a unas 50 personas que íbamos a campeonatos de pista cubierta o al aire libre, de fondo en carretera o de maratones. Hay una gijonesa que fue campeona de Europa en aquel momento. En el Grupo Covadonga formé parte de la directiva de Manuel Pinilla, como vicepresidente, y llevé el área de atletismo y halterofilia. También fui de la directiva del Gijón Balonmano, cuatro años.

-¿Y el Aboño Club de Fútbol?

-Ya mi padre me llevaba de pequeño a ver los partidos, por eso mi club es el Aboño. Mi padre, Luis Pañeda, fue entrenador del equipo, hace mucho tiempo, y también fue campeón de Asturias de atletismo. Tenía un apodo que era Ritola, el nombre de un atleta finlandés que siempre competía con Paavo Nurmi. El estilo de mi padre a la hora de correr se asemejaba al de Ritola. Fui presidente del Aboño de 2000 a 2004 y actualmente soy un socio más, pero prefiero ir a un partido de regional que a uno de nivel nacional.

-¿Cuál fue su responsabilidad en Ensidesa?

-Ingresé en 1968 y estuve cuatro años en la acería Siemens de Avilés. Después, cuando la fusión de Ensidesa y Uninsa, se formó el departamento de transporte exterior, que sacaba los productos siderúrgicos. Empecé a llevar el transporte internacional de mercancía y el de importación de materias primas, como refractarios o minerales. Me encargué también de mercancías peligrosas, transportes especiales, salidas a puertos, etcétera. Y en una segunda etapa dejé los asuntos de carretera y me tocó llevar ferrocarriles y las relaciones con Renfe y después el transporte en el puerto de Avilés, como jefe de muelles.

-¿Fecha de jubilación?

-Cuando entré en Avilés en 1968 tuve de matrícula el número 16.136. Después, el número de trabajadores rebasó los 20.000, y ahí se estabilizó, hasta que fue a menos y llegaron las prejubilaciones de comienzos de los años noventa.

-¿Y su actividad musical?

-Actualmente soy un componente más del Coro del Alba. Somos 40 voces mixtas y lo preside José Luis Tuero, hombre de una capacidad organizativa extraordinaria. Su director es Facundo Artime, con un conocimiento y sensibilidad fuera de lo común. Ahora mismo tenemos previstos uno o dos conciertos en Chequia, para lo cual viajaremos hasta la plaza Vieja de Praga.

«Hemos procurado dar a nuestros hijos lo que aprendimos en aquellos años»

«Había un respeto por los superiores muy acusado; respeto, pero no miedo»

«Al ingresar en Ensidesa, mi número fue el 16.132; después llegó a los 20.000 trabajadores»

«Mi padre fue entrenador del Aboño y campeón de Asturias de atletismo»

Album fotográfico 1

Album fotográfico 2

Galería fotográfica que nos remite la promoción del 59

Foto Angel