Noticias / Un repaso a la biografía de Enrique Menéndez Ureña (p.1956)
Esta Noticia fue editada el: 20-10-2014

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(LA NUEVA ESPAÑA)

Ureña, el asturiano que resucitó a Krause

El fallecido jesuita gijonés, un experto mundial en el estudio de las filosofías europeas, anticipó la brusca caída de las economías socialistas

Eduardo GARCÍA

La muerte de Enrique Menéndez Ureña el pasado 19 de agosto pasó inadvertida para muchos. No es de extrañar en alguien que vivió con riguroso sentido de la discreción. Jesuita, 75 años, gijonés, uno de los grandes conocedores en el mundo de la vida y la obra del filósofo alemán Karl Christian Friedrich Krause (1781-1832), Menéndez Ureña es un personaje clave en los estudios del Krausismo, la filosofía que inspiró la Institución Libre de Enseñanza. Pero sobre todo ha sido uno de los grandes cerebros que ha dado la Iglesia asturiana a lo largo del siglo XX.
Enrique Menéndez Ureña se pasó 58 años en la Compañía de Jesús en la que desempeñó una intensa actividad docente e investigadora. Su talento era tal que defendió con honores sus tres tesis doctorales en cuatro años, entre 1975 y 1979: Economía, Filosofía y Teología. Hablaba a la perfección alemán y ruso; correctamente inglés y francés; fue un gran experto en Marx, Hegel, Kant y Freud, y fue el primero en publicar un libro sobre el filósofo Jürgen Habermas.

En su libro "El mito del cristianismo socialista", de 1981, anticipaba la caída de las economías planificadas. Aquella obra tuvo trascendencia internacional como recuerda su amigo y colaborador durante 35 años, el también jesuita Pedro Álvarez Lázaro. Tuvo tres ediciones y se tradujo a tres idiomas.

Alguien entendió "El mito" como un ataque a la Teología de la Liberación "pero Ureña no tenía intención alguna de "matar" a nadie. El libro no fue digerido por los sectores más mediocres de la Teología de la Liberación, pero las grandes mentes como Ellacuría, Sobrino o Arroyo siempre le tuvieron una altísima consideración", asegura Álvarez Lázaro.

Aquel libro iba a dar lugar a una polémica de altos vuelos. Dos años más tarde, el jesuita José Ignacio González Faus publica "El engaño de un capitalismo aceptable", refutando muy artificialmente, a decir de algunos, las tesis del asturiano Menéndez Ureña. Faus, hombre dialécticamente muy capaz e incluso brillante, crea en la Compañía una situación cuando menos incómoda.

Aquella polémica dañó profundamente a Menéndez Ureña, "un hombre honrado y sencillo que se tomó las cosas con enorme intensidad. El dolor moral fue inmenso", pero lo más grave es que el daño se perpetuó. Desde determinados sectores "lo siguieron difamando, acusándole de defender el capitalismo cuando Ureña lo que sostuvo siempre fue la conveniencia de una economía social de mercado".

En 1985 el jesuita gijonés publica "El neoclericalismo de izquierda", contestación a "El engaño de un capitalismo aceptable" y donde pone en evidencia lo que él entendía como tergiversaciones que Faus había hecho de sus textos.

Ureña nació en Gijón, de familia asturleonesa. Su abuelo, primo carnal de Leopoldo Alas "Clarín", había sido gobernador civil en distintos destinos. El padre de Enrique Menéndez Ureña y de su hermano Juan, era químico de profesión. Minervino Menéndez y Juana Ureña componen una familia económicamente asentada y de inequívocas raíces religiosas. Juan y Enrique estudian en el gijonés colegio de La Inmaculada. Enrique acaba el Bachillerato en 1956 con el mejor expediente del colegio.

"Era una mente privilegiada. Yo creo que su destino estaba marcado dentro de la Compañía, por sus capacidades pero también por su carácter. En octubre de 1956 ingresa en el noviciado de Salamanca", recuerda su hermano Juan Menéndez Ureña, tres años mayor que Enrique.
Se ordena sacerdote, simultanea los estudios de Filosofía, Teología y Económicas, que termina en la Universidad de Barcelona para posteriormente doctorarse en la Complutense. La Compañía de Jesús le envía a Alemania, a la Hochschule Sankt Georgen para estudiar Teología. Enrique Menéndez Ureña aborda por entonces a Carl Marx desde el punto de vista económico, asiste a las clases de Th. W. Adorno y se sumerge en un riguroso estudio de la Escuela de Frankfurt. En Alemania pasa nueve años que iban a resultar vitales en su biografía.
La experiencia alemana le iba a conducir a Krause. De hecho, el jesuita asturiano rescata al filósofo alemán cuyo corpus teórico fue la base de la Institución Libre de Enseñanza. Cuando en su entorno académico más cercano le sugieren el estudio de Krause y su doctrina, a Enrique Menéndez Ureña la idea no le fascina precisamente.

Lo que encontró en España sobre el filósofo alemán eran repeticiones de repeticiones, pero Ureña encuentra el archivo de Krause casi completo en Dresden, ciudad de la todavía vigente República Democrática Alemana (RDA). No había caído el Telón de Acero.

Dresden había sido arrasada en la II Guerra Mundial. Que en el archivo de la ciudad se hubieran salvado los documentos y manuscritos de Karl Christian Friedrich Krause fue un milagro. Allí, en una habitación, estaba todo. Miles de páginas en letra manuscrita alemana gótica de principios del siglo XIX, poco menos que imposible de leer. Pedro Álvarez Lázaro recuerda perfectamente aquel viaje, casi de un tirón. "Agarramos la maleta, cogimos el coche y nos presentamos en el Archivo. La última consulta que se había realizado en los documentos de Krause había sido en 1932". Un tesoro olvidado en el que trabajó Ureña con pasión. "De allí sacó 17.000 microfilms", señala su hermano Juan.

Krause, protestante y masón, tuvo enorme influencia en España porque el krausismo está detrás de toda la doctrina regeneracionista impulsada por la Institución Libre de Enseñanza y que en Asturias tuvo su más brillante expresión con el Grupo de Oviedo, con Rafael Altamira y Adolfo Álvarez-Buylla a la cabeza. Junto a Alas, Sela, Posada, Canella o Aramburu convirtieron a la Universidad de Oviedo en centro académico de primer orden. José Ignacio Gracia Noriega los define como "intelectuales con sentido universitario y preocupación pedagógica, que combinaban altura científica e inquietud social, que practicaban el antidogmatismo, la curiosidad intelectual, la honradez y la autoexigencia personal".
El krausismo es una filosofía amable, un tanto romántica, que sirvió de corpus teórico a las socialdemocracias europeas contemporáneas. Decían los críticos a Rodríguez Zapatero que en el trasfondo de su alianza de las civilizaciones había mucho de ese bondadoso Krause que, en palabras de Gustavo Bueno Sánchez, "tiene la virtud de haberse preservado limpio de adherencias totalitarias". El toque liberal que emana del krausismo gustó incluso al régimen de Franco. Y ya en tiempos de transición política y democracia, Krause le vino como anillo al dedo al PSOE desvinculado del marxismo.

El krausismo español se desarrolla en torno a Julián Sanz del Río (1814-1869), licenciado en Derecho al que los vericuetos de la vida lo convierten en pedagogo tras ser enviado a Alemania en 1843 a estudiar a Krause por orden directa del entonces ministro de la Gobernación Pedro Gómez de la Serna.

Enrique Menéndez Ureña fue, muchos años más tarde, el encargado de descubrir un fraude monumental en torno a Sanz del Río, quien publica en 1860 su libro "El ideal de la Humanidad para la vida", lo que venía a ser una síntesis adaptada al español de la principal obra de Krause, "El ideal de la Humanidad". Un día, Enrique Menéndez Ureña se encuentra con una sorpresa: el libro de Sanz del Río –que fue maestro de Giner de los Ríos- era una copia literal, palabra a palabra, de una serie de artículos que el propio Krause había publicado, en forma de capítulos, en una revista. Nada de adaptación; simplemente, plagio.

Foto Angel